jueves, 5 de mayo de 2011

Nací en un lugar apartado, solitario, donde el mar se traga las aguas dulces del río como si se tratara de un animal hambriento de su semejanza, como si se ensañara de quien pudiera superarlo a pesar de la desigualdad de fuerzas. Primero lo deja llegar, lo atrae como a un animal hechizado y cuando el río ya no tiene escapatoria lo coge del cuello, le da dos o tres sacudidas como violentas convulsiones de modo que quede inmolado en su nueva estirpe. Es como un viejo dios que necesita de continuos sacrificios para poder seguir viviendo porque no es del río de mi infancia del único que se alimenta el mar sino de muchos otros. Es su único oficio que yo le conozco. Así es el mar. Implacable y egoísta, aunque muchas veces esté hecho un tonto recostado sobre sí mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario