jueves, 5 de mayo de 2011

El primer beso fue obra deliberada. Natalia me ofreció su cuerpo de niña para que yo lo llevara en la parte trasera de mi bicicleta. Yo acepté porque me gustaba y porque me gustaba más que los otros chicos se dieran cuenta que ella me prefería.
En una cuesta prolongada,  tuvimos que bajarnos porque no podía con el  peso de los dos, así que subimos caminando la pendiente. Yo empujando la bicicleta y ella a un lado mío. De pronto Natalia me detuvo con una de sus manos sobre mi hombro izquierdo; acercó su boca a la mía, acercó el cautiverio de sus labios y yo no me resistí. Libremente sentí que la vida se me partía en múltiples oportunidades como a los hombres adultos.
Más tarde, Natalia quiso desaparecer, pero ya no fue posible: ella sigue prolongando la duración de ese primer beso dado, lo confieso, a mansalva.


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