martes, 17 de mayo de 2011

Y fuer Natalia

Y fue Natalia quien un día me pidió prestada la bicicleta para dar una vuelta por el pueblo. Yo sabía que ella no sabía andar en bicicleta, pero no dije nada. Se la presté, y vi cuando ella se perdía detrás de una esquina, empujándola no sin poco esfuerzo. La esperé durante largo  tiempo, seguro de que volvería, aunque no sabía si regresaría toda ella, completita. Y sí volvió, un poco ya sin ser ella del todo, pero regresó alegre, sonriente, pedaleando la bicicleta mientras el viento le acariciaba y volaba sus cabellos.
Sentí, por primera vez, que la bicicleta nos pertenecía a ambos, y me desmayé entre las manos de Natalia antes que llegara hasta mí, y se convirtiera en líquido la tarde.



2 comentarios:

  1. Hola profe:
    Aproveché que tengo una de estas cosas para leerlo. Usted y yo sabemos que eso de opinar sobre lo que otros escriben no es lo mío, sobre todo si son cosas de la onda de Amado Nervo como las de Elías; pero el punto es que me gusta y quisiera saber si Natalia existe, yo creo que no, pero me gusta pensar que sí. En fin, lindo blog. Lo quiero :D

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  2. Hola Jacko, saludos desde este espacio. Escribe más. Los amores ridículos son los que cuentan ¿o no?

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